Traduccion por Luis Santoyo-Mejia
Los Teamsters, líderes laborales y ambientalistas se unen para exigir que las empresas locales de manejo de desechos se comprometan a ofrecer trabajos con salarios dignos, salvaguardar la seguridad de sus trabajadores e implementar prácticas respetuosas del medio ambiente.
Hace veintisiete años, a instancia de sus hermanos que habían encontrado trabajo con una compañía local de manejo de desechos, Patricio Estupiñan emigró de su ciudad natal en el centro de México al Condado de Sonoma. En poco tiempo, fue contratado para conducir un camión de basura. Cuando la compañía finalmente fue vendida al Grupo Ratto, una subsidiaria de North Bay Corporation, el mayor transportista de desechos del condado con servicio a ocho de las nueve ciudades, Estupiñan, ahora casado y con dos hijos, ganaba $24.70 por hora con beneficios.
Después de la venta, las cosas empeoraron. Primero, el salario por hora de Estupiñan se redujo en un dólar, una pérdida que calcula le costó miles de dólares al año. En seguida, se dio cuenta que le pagaban más que a los empleados que ya trabajaban para el Grupo Ratto, y que se quejaban por recibir aumentos muy de vez en cuando. El sistema salarial de dos niveles le molestaba. ¿Por qué dos personas que trabajan lo mismo no reciben un salario similar?
“Tres o cuatro conductores intentaron hacer algo al respecto y fueron despedidos”, me dice tomando café un sábado por la tarde en Roseland. “[La gerencia] le dijo a la gente: ‘Si quieren un aumento, ahí está la puerta’”.
Estupiñan, de 47 años, es fornido con el pelo negro recortado. Detrás de gafas graduadas, sus ojos cafés ven atenta e intensamente. Ya se ha disculpado una vez por teléfono, y hoy de nuevo, por su limitada habilidad para el inglés, pero eso no le impide contar, con urgente claridad, la historia de la lucha en su trabajo por la sindicalización. “Todo el mundo era como yo, hispano, sin poder hablar inglés, y todo el mundo estaba molesto y quería hacer algo al respecto, pero no podíamos”.
La frustración generalizada con el sistema de salarios a dos niveles y los escasos aumentos se aunó a las fallas técnicas en sus equipos. Los camiones de transporte de desechos se averiaban en el camino regularmente, y otros conductores se veían obligados a extender sus turnos para cubrir las pausas para el almuerzo y las citas médicas. A veces, los camiones carecían de radios, aire acondicionado e incluso cinturones de seguridad. En la instalación de reciclaje de Santa Rosa, especialmente durante el turno nocturno, los trabajadores se quejaban de las ratas que saltaban desde abajo de los materiales que venían bajando por la línea desde los contenedores azules de reciclaje. Una o dos veces una rata se escabulló a los pies de Estupiñan mientras éste agregaba combustible a su camión. Además de todo esto, a pesar de ser parte de una industria peligrosa con un historial de seguridad paupérrimo, una reunión de seguridad podría consistir en una sesión de cinco minutos en la que se les indicaba a los conductores: “El clima ha cambiado, las carreteras están mojadas. Tengan cuidado, muchachos”.
Después de años de soportar estas condiciones, llegó el momento en que Estupiñan ya no pudo seguir con la cabeza agachada. Estaba “muy, muy cansado” y ya había aguantado demasiado. Miró a su alrededor y vio a colegas a punto de estallar, somnolientos, mal pagados y trabajando largos turnos. Hace unos dos años, comenzó a hablar con los otros conductores. Debemos hacer algo, instó. Fue sigiloso, concurriendo entre recorridos y aprovisionamiento de combustible, y sólo con personas de confianza. Eventualmente, acumuló suficiente interés para contactar a un enlace sindical de los Teamsters en San Rafael, quien le ayudó a agendar una cita con Mike Yates, presidente de Teamsters 665 en Santa Rosa. Un domingo por la tarde del pasado mes de octubre, unos 10 conductores se reunieron con Yates. Expresaron sus quejas y pidieron apoyo. Estupiñan dejó la reunión reactivado y listo para una campaña sindical que duraría ocho meses, un período que incluiría la sorpresiva venta de North Bay Corporation, incluido el Grupo Ratto, a la empresa de gestión de desechos de San Francisco, Recology.
“Es el momento indicado”, dijo Estupiñan a sus compañeros de trabajo a finales del otoño. “La revolución está lista para comenzar”.
No fue la primera vez que los trabajadores del Grupo Ratto habían estado en contacto con los Teamsters, pero aquellos intentos habían sido rápidamente aplastados. Aun así, pocos meses después de esa reunión con Mike Yates en octubre, más del 90 por ciento de la fuerza laboral del Grupo Ratto —alrededor de 400 conductores, oficinistas y recicladores— votaron a favor de unirse al sindicato. Recology ha prometido atenerse a ese contrato.
“Los trabajadores fueron, realmente, los que impulsaron todo esto”, dice Yates. “Se activaron y motivaron a los demás a participar”.
Algo más entró en juego en la campaña, diferente a cualquier otra cosa que Yates haya visto durante sus ocho años con los Teamsters. Poco después del inicio de campaña, mientras Estupiñan animaba a sus colegas a votar “sí”, Yates fue abordado con una propuesta inusual por Marty Bennett, el copresidente de Trabajos con Justicia del Norte de la Bahía (North Bay Jobs With Justice). ¿De qué manera podría alinearse una campaña de cero desechos con su campaña laboral? Además, ¿cómo podrían unir la lucha por buenos empleos de gestión de residuos con la lucha por establecer estándares ambientales más altos para el sistema de transporte de residuos del Condado de Sonoma? Se inspiraron, en parte, en Don’t Waste LA (No Desperdicien Los Ángeles), una coalición de organizaciones ambientalistas y laborales dedicada a aumentar el reciclaje y el compostaje en Los Ángeles al mismo tiempo que limpia una “industria históricamente sucia y peligrosa”. La coalición tiene un historial de colaborar con líderes angelinos para transformar el sistema de manejo de desechos en uno con mayor reciclaje y prevención de uso de vertederos, tarifas justas, servicio de calidad, camiones limpios y trabajos seguros.
La sincronización fue significativa. El Grupo Ratto había recibido recientemente un enorme revés en una auditoría que determinó que la compañía descuidó su flota de camiones contaminantes e inseguros, mantenía una tasa de desvío de vertederos por debajo del promedio, proporcionaba un mal servicio al cliente y utilizaba una instalación de reciclaje deficiente.
Yates reconoció las ventajas de la propuesta de Bennett, y la puerta se abrió a una coalición informal entre los Teamsters, Trabajos con Justicia, Sonoma 350 y Sonoma Conservation Action. “A medida que comenzamos a trabajar juntos, descubrimos que en realidad nos alineamos con los grupos ambientalistas”, dice Yates. “Pagar bien a los trabajadores va de la mano con adherirse a altos estándares ambientales”.
Una alianza entre una campaña por los derechos laborales y la justicia económica y una campaña por la justicia ambiental y las protecciones ambientales era natural, dice Marty Bennett.
“Trabajos con Justicia del Norte de la Bahía se unió a 350 Sonoma porque existe esta crisis climática, que es cada vez más peligrosa y el tiempo de actuar parece acortarse cada vez más”, dice Bennett. “Ratto estaba desviando no más del 40 por ciento del relleno sanitario, que es una fuente tan potente de gas metano. Al mismo tiempo, existe una crisis de empleos mal pagados. Estamos en una dizque recuperación, pero si vemos a futuro en la siguiente década un 50 por ciento de los puestos de trabajo creados en el Condado de Sonoma pagará menos de un salario digno. Nosotros decimos que un salario digno es por lo menos $20 por hora, lo cual sigue siendo muy conservador”. Las mejores compañías de manejo de desechos, añade, brindan seguridad laboral, beneficios de salud, protección en el lugar de trabajo y una buena capacitación para sus trabajadores, quienes se encuentran en primera fila en cuanto al control de calidad y la producción.
Aunque puede que el Condado de Sonoma sea progresista en algunos sentidos, no lo ha sido en lo que se refiere al trato a los trabajadores de manejo de desechos y a la gestión de desechos en sí. Puede que el condado tenga tasas de recolección de basura inferiores al promedio, pero ¿a qué costo? Un auditor contratado por la Ciudad de Santa Rosa calculó que sólo el 39 por ciento de los residuos reciclables y abonables estaban siendo desviados del vertedero (una auditoría interna del Grupo Ratto lo impugnó e insistió en una tasa de desvío cercana al 46 por ciento). Sin embargo, aun así no se acerca al 75 por ciento de desviación de desechos para el 2020 establecido por la ley estatal de California AB 939. Por otro lado, San Francisco, donde Recology se encarga de todo el transporte y procesamiento de desechos, tiene una tasa de desvío del 80 por ciento.
“Lo que el Condado de Sonoma realmente necesita es un líder ambiental que nos lleve más allá, algo de lo que podamos estar orgullosos, en lugar de apenas alcanzar el mínimo estatal de desvío”, dice Yates. “Una empresa que se enorgullezca de hacer un buen trabajo y nos ayude a volver a donde debemos estar. Nuestros grupos ecologistas son increíblemente activos y hacen un buen trabajo en muchos sentidos. Es una locura pensar que esto podría ocurrir aquí”.
Sunny Galbraith está en el comité directivo de 350 Sonoma. Ella aprovechó la oportunidad de asistir a eventos para apoyar la exitosa campaña sindical de los trabajadores del Grupo Ratto. Le gustaría ver una campaña “No desperdicies Santa Rosa”, similar a “Don’t Waste LA” en Los Ángeles, un movimiento donde los grupos ambientalistas trabajen con organizadores laborales y trabajadores para mejorar las tasas de desvío, a través de un mejor compostaje y reciclaje, y para mejorar la calidad de los trabajos en ese sector. Con eso en mente, Sonoma 350 se ha unido a una coalición informal de grupos medioambientales y laborales que se encuentra en las primeras etapas de redactar una ordenanza de cero desechos en el condado a presentarse a los funcionarios públicos del condado y la ciudad. Se están basando en iniciativas aprobadas en Oakland y San Francisco.
“Ha habido críticas legítimas al movimiento ambientalista, que se trata solo de blancos de edad avanzada o de personas lo suficientemente privilegiadas como para preocuparse por cosas más allá de la familia inmediata, los ingresos y los problemas cotidianos”, dice Galbraith. “El hecho es que la degradación ambiental nos afecta a todos, especialmente a las minorías étnicas y a los pobres. La gente involucrada en el movimiento ambiental se está dando cuenta de que su movimiento va de la mano de trabajos seguros y salarios dignos”.
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